De Planta Sagrada a Producto de Estantería
El cannabis tiene una historia milenaria. Desde su uso espiritual y medicinal en culturas indígenas, asiáticas y africanas, hasta su criminalización en el siglo XX como herramienta de control social y racial, la planta siempre ha tenido significados que van mucho más allá de su efecto psicoactivo. Pero en el siglo XXI, entra en una nueva fase: la fase de la mercantilización.
Con la legalización avanzando en varios países y estados, el cannabis se ha convertido en un producto más: regulado, empaquetado, etiquetado y vendido. La transformación es simbólica —y estructural—. La planta, antes marginada, ahora se negocia en bolsas de valores, es promovida por celebridades y utilizada como activo en campañas de marketing que prometen salud, bienestar y estilo de vida.
Capitalismo Cannábico: Un Nuevo Oro Verde
El crecimiento de la industria cannábica es explosivo. En 2024, el mercado legal del cannabis superó los 50 mil millones de dólares a nivel global —y las proyecciones siguen en ascenso. Empresas multinacionales compiten con marcas independientes, mientras los inversores buscan un retorno rápido en un sector que combina innovación, consumo y un cierto aire de rebeldía gourmet.
Pero este “nuevo oro verde” no viene sin contradicciones. La lógica del mercado transforma todo en mercancía —y con el cannabis no es diferente. Su valor simbólico y cultural se diluye bajo la lógica del lucro. Lo que era cuidado, ahora es marketing. Lo que era medicina ancestral, ahora es suplemento de gimnasio con envase premium.
El Mercado Borra Historias y Saberes
La estandarización del cannabis para el consumo legal termina por borrar las historias que sostuvieron su supervivencia en tiempos de prohibición. Pequeños cultivadores, comunidades tradicionales y movimientos antiprohibicionistas que lucharon durante décadas ahora quedan al margen, mientras los grandes actores toman el protagonismo.
La planta se volvió producto —y quien no tiene capital para entrar en el juego queda fuera. La guerra contra las drogas sigue dejando cicatrices, mientras el mercado legal ignora la reparación, la justicia social y la inclusión económica. Es el viejo capitalismo vestido con ropa nueva y verde.
La Nueva Estética del Cannabis: Bienestar y Consumo de Lujo
Hoy, el cannabis se vende como sinónimo de autocuidado, relajación y sofisticación. Gomitas con THC, aceites con CBD, cosméticos, cafés, velas aromáticas, cócteles cannábicos. La planta se ha convertido en una tendencia. Pero detrás de esa estética suave, está la acelerada industrialización de una cultura rica y diversa.
Esa nueva estética también conlleva un riesgo: vaciar al cannabis de su carácter político. Al transformarlo en una marca de bienestar para clases medias y altas, el mercado lo desliga de luchas como el antiprohibicionismo, la justicia racial y el acceso a la salud. El problema no es la legalización —es el borrado.
¿Existe Alternativa? Sí, Pero Requiere Resistencia
No todo está perdido. Existen colectivos, asociaciones y cooperativas que trabajan para mantener viva la dimensión comunitaria, política y medicinal del cannabis. Proyectos que priorizan la agricultura familiar, las prácticas agroecológicas, la inclusión de poblaciones históricamente marginadas y la recuperación del saber tradicional.
El desafío es lograr que la legalización no sea simplemente la entrada del cannabis al sistema capitalista, sino la apertura a un nuevo modelo de relación con la planta —basado en el cuidado, la equidad y la responsabilidad social.
Conclusión: Más que Producto, el Cannabis es Proceso
Sí, el cannabis se ha convertido en un producto. Pero no tiene por qué ser solo eso. Todavía hay tiempo para recuperar su valor simbólico, cultural y político. Eso pasa por políticas públicas más inclusivas, un consumo consciente y, sobre todo, por la valorización de quienes siempre estuvieron con la planta —incluso cuando significaba cárcel, prejuicio y persecución.
Al final, lo que está en juego no es solo la economía del cannabis, sino el significado que queremos dar a la legalización: ¿un avance colectivo o simplemente otra mercancía en la estantería del capital?